Son las 8.00 de la mañana en el aeropuerto de Noáin, pero el madrugón vale la pena. Los nervios y la alegría sustituyen los ojos legañosos, los bostezos y las ojeras por la noche en vela ante la excitación del viaje. Después de revisar que todos los documentos están en orden, que el chubasquero está en la maleta, que los regalos están bien protegidos, y que no falta nada, se facturan las maletas. Abrazos aquí y allá, otro beso más “que un mes es mucho tiempo”, y alguna lágrima de emoción por el primer viaje al extranjero del hijo o hija. Así se despidieron los padres y madres de los 166 niños y jóvenes, más de 100 navarros entre ellos, que embarcaron ayer en el aeropuerto de Noáin, en un charter fletado solo para ellos, que los llevó al pequeño aeropuerto de Knock, al noroeste de Irlanda. Desde allí, un autobús los llevaría a las distintos puntos de recogida, donde las familias los irían a buscar para llevarlos a su casa.
Cada año se dan cita en el aeropuerto de Noáin alrededor de 150-170 chicos, desde 8 hasta 18 años, para vivir una experiencia inolvidable. Peter Ocaoinnealain y su hermana, Susan Quinlan, directores de la empresa Eirlan (www.estanciasirlanda.com), llevan desde 1998 organizando viajes de inmersión lingüística en Irlanda, por cerca de 3.000€. Los chavales pasan un mes (del 28 de junio al 26 de julio) en una familia irlandesa con un chico de su misma edad y sexo y “se intenta que con las mismas aficiones. En este viaje hay una niña que hace surf con su padre, así que la llevamos a una familia surfista”, cuenta Peter. Además, son familias que viven en entornos rurales o alejados de las grandes ciudades por lo que es muy difícil en encontrarse con otro español. “En Dublín, en julio y agosto, ves auténticas manadas de españoles de compras, haciendo turismo y pasándoselo pipa, y ya sabes así no se puede aprender inglés”. El objetivo de estas estancias es hacer una inmersión total en el idioma y en las costumbres y cultura del país que se visita, para ello es indispensable que el alumno no entre en contacto con personas que hablen su lengua materna.
Aprender, ante todo
Todos coinciden en que es una oportunidad increíble para aprender inglés, y eso es lo que más les motiva para hacer el viaje. Es la primera vez para Esha Montañés Pinilla, de 13 años. No está preocupada porque el clima no es muy diferente, ella quiere “pasarlo bien y aprender”, por lo que no le importa perderse los Sanfermines. Su madre, emocionada por el viaje, afirma entre lágrimas que “el objetivo es aprender inglés”. Diego Mendoza Lezaun (16 años), que repite por segundo año, le cuenta a su hermano Alejandro de 13 años, que viene por primera vez, que “es normal tener nervios. Hay que intentar acoplarse a la familia lo mejor que puedas y luego ya será más fácil. Al final, te sentirás parte de ella”. A su prima, Paula Rezola Mendoza (12 años) lo que más miedo le da es no saber alguna palabra en inglés y no poder hablar, pero está de acuerdo en que es una buena experiencia y merece la pena para aprender.
Pero pasar un mes entero con otra familia, en otro país, con otra cultura diferente te enseña algo más que un idioma y amplia algo más que tu vocabulario. Es una oportunidad para conocer otras formas de vivir y adaptarse a nuevos modos de vida, como comer un pequeño tentempié y cenar a las 18.00 de la tarde, en vez de las abundantes comidas a las que estamos acostumbrados aquí. Pablo Losantos Parra (13 años), viene desde Azagra y repite familia por tercer año. Cuenta que lo mejor es: “Estar ahí, conocer lo que hacen ellos, conocer a sus amigos”. “Al final adquieres un vínculo especial con la familia”.
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