El eropuerto de Noáin-Pamplona estaba lleno este martes, 28 de junio, por la mañana. Quedaban dos horas para el viaje y los jóvenes estaban aprovechando los últimos momentos con sus padres antes de despedirse de ellos. En el tablero de vuelos solo anunciaba uno esa mañana, con dirección al pueblo irlandés de Knock.
La empresa Eirlan ha vuelto a enviar este año a jóvenes navarros a Irlanda para que mejoren su nivel de inglés. La experiencia tendrá una duración de 28 días y cada niño se quedará con una familia irlandesa durante la totalidad de su estancia. Debido a la pandemia, estos viajes se suspendieron desde 2019. Sin embargo, este año Peadar Ocaoinnealain, director de Eirlan, ha podido de nuevo ofrecer su país a 170 jóvenes entre 8 a 17 años. “Al llegar al aeropuerto de Knock hay 5 autobuses que los llevarán a distintos pueblos donde están las familias esperándolos”, comentaba ayer. La idea es que niños y adolescentes se queden con las familias en las áreas rurales del noroeste de Irlanda para sumergirse por completo en el idioma. ¿El desafío? No tener ningún tipo de contacto con el español.
LAS SENSACIONES PREVIAS
Cintia Bustillo Borruel enviaba a dos de sus hijos al viaje. Aunque ella prefería que los dos estén juntos, cada uno de ellos se quedará con una familia distinta. “Estos viajes me parecen una maravilla. Es una nueva experiencia para ellos y espero que la disfruten mucho”, mencionó Borruel. De sus dos hijos que están viajando, Nacho Ramos Montesa estaba más tranquilo: “Tengo ganas de aprender inglés y ver cómo es el ambiente”, expuso mirando a su hermano, que viajaba con él. A diferencia de él, el hermano pequeño, Diego, sentía nervios por olvidar cómo decir una palabra específica en inglés.
Esta no es la primera vez que Elena Lacruz López envía a uno de sus hijos a Irlanda. De hecho, su hijo mayor hizo el mismo viaje dos veces y le encantó la experiencia. “Ha animado a viajar a su hermano”, dijo refiriéndose a Pablo Callao, el hijo que viajaba ayer. Después de vivir esto con su primer hijo, Lacruz cree que la experiencia es beneficiosa no solo para su nivel de inglés, sino también para adquirir herramientas que ayuden a los niños a adaptarse a entornos nuevos y diferentes.
Aparte del tumulto de padres, Estíbaliz Juango Goldaraz se reunía con sus amigas, Irune Karastorre Sureda y Nora Garciandia Moneo, frente a la sala de embarque antes del vuelo. Todas se sentían nerviosas por no tener el nivel de inglés conversacional necesario para poder comunicarse con la familia que les toque. No obstante, Juango agradecía que la experiencia sea personalizada y que en cada familia haya una persona de su edad: “Es mejor para compartir con ellos, nos entienden mejor”.
El miedo común de los jóvenes que viajaban era no poder expresarse y, como consecuencia, sentirse solos. Aún así, el miedo no era lo principal. Se mantenían optimistas y emocionados por todo lo que van a aprender en esta travesía. “Estoy emocionada por conocer personas nuevas, conocer una nueva cultura. No es lo mismo que aquí”, explicaba Lucía Moleres Pernaut.
El aeropuerto llamó a los pasajeros del vuelo de Knock. Las madres dieron los últimos besos a sus hijos. Los chicos recogieron sus pertenencias y se encaminaron a cruzar la puerta de embarque. Todos los padres se acumularon al lado del control de seguridad para poder ver a sus hijos por una última vez. Solo les quedaba verlos de lejos y esperar lo mejor para ellos en su nueva experiencia.